Te respondo desde ahora (por si van apurados): el problema de la gestión cultural es su poca profesionalización. No hay gente preparada, punto y se acabó. Cierra el quiosco, que nos vamos.
Al ser la cultura una «materia» tan de todos, parece que todos fuésemos capaz de gestionarla, pero lo cierto es que requiere de personas con una formación específica. Y aquí un adicional: que seas un gran artista no significa que seas un buen gestor. Es por ello que, por ejemplo, muchas productoras de teatro, aún siendo muy buenas, no logran llenar sus salas.
«…que seas un gran artista no significa que seas un buen gestor».
Por supuesto, no estoy hablando de grandes instituciones o centros culturales, sino de medianos o pequeños, o incluso de emprendimientos. Me dirijo, sobre todo, a aquellos que se dedican a difundir el arte por iniciativa propia, en un espacio que quizá alquilan a costa de un porcentaje importante de sus ingresos. Digamos, a ellos a los que, en este fervor capitalista, llamaríamos «locos».
Ya seas un artista o quizá un empresario que tiene un corazón que late por el arte y la cultura, esa pasión se hundirá como Jack en el océano (Rose, cabía uno más) si es que no se acepta que hay ciertas aptitudes que se necesitan desarrollar. Menciono algunas: comunicación, diseño, administración, derecho, historia, tecnología y hasta marketing (estoy deseando escribir algo acerca de la aversión que se le tiene a esta disciplina en el sector cultural).
Entonces, retomando, dedicarse a la gestión cultural puede ser un salto de fe, quizá te avientes y, si no estás preparado, te puedes estrellar. Pero, con algo de preparación, es posible que saltes, e incluso hagas de esas figuras de 10 puntos, y encuentres la piscina llena, y aplausos. Es cuestión de formarse. Te advierto que el camino no es fácil. La pregunta ahora es: ¿quieres dar ese salto preparado y reducir el riesgo de estrellarte o aún no piensas tomártelo en serio?