¿Qué mortal no ha visto «Qué bello es vivir»? De hecho, es una de las películas favoritas de mi maestro de apreciación del arte cinematográfico, a quien le dedico esta publicación. Cada fin de año, cerca a Navidad, la sala del cine fórum se llenaba de lloriqueos con la escena final. Pero, ¿qué tiene que ver esta película de Frank Capra con el micromecenazgo? Aunque usted no lo crea, aquí hoy hago la relación.
Pequeños mecenas
Me parece que la figura del mecenas la tenemos ya muy clara como ese personaje que patrocina autores y literatos, siendo Lorenzo de’ Medici uno de los más conocidos en la historia del arte. Y, claro, sus aportes eran cuantiosos. Lo que ahora conocemos como micromecenazgo es un sistema colaborativo de financiación de proyectos, que, por los tiempos que corren, es potenciado por las nuevas tecnologías. Pero se basa en pequeñas colaboraciones de dinero (de ahí el «micro») hechas por una cantidad importante de personas. En otras palabras, es una apuesta por el volumen de aportaciones, más que por el importe.
Las plataformas de micromecenazgo, en la actualidad, son muchas. Y prometo que en una publicación próxima profundizaremos sobre cuáles son las que se ajustan mejor a cada tipo de proyecto, y, sobre todo, cómo estructurar una buena estrategia de micromecenazgo. Por ahora, intentemos hallar esa clave del micromecenazgo que mencioné en el título. Esto sin olvidar la promesa de relacionarlo a la película de Capra. ¡Vaya lío!
«Gracias a los medios digitales puedes llegar a una multitud de personas que, probablemente, de manera física, no alcanzarías.»
Resumido: tienes un proyecto cultural que necesita de una dotación económica para salir adelante, lo expones en una plataforma y, siguiendo un sistema de recompensas (que es lo usual), obtienes dinero para financiarlo. No hay más arte aquí. Gracias a los medios digitales puedes llegar a una multitud de personas que, probablemente, de manera física, no alcanzarías. Y no te creas que esto es solo para pequeños proyectos. Otro día te cuento cómo el mismísimo Museo del Prado se aventuró a hacer una campaña de micromecenazgo en el 2018. Ya con todo esto mencionado, vamos al mundo cinematográfico.
«No tendría casa de no ser por ti, George»
Resumir toda esta genial obra del cine en apenas un párrafo sería un pecado. Lo intento. La película gira en torno a George Bailey, quien está dispuesto a suicidarse tras haber contraído una deuda imposible de saldar, creyendo que vale «más muerto que vivo». Durante toda su vida ha sacrificado tanto proyectos personales como profesionales para dedicarse a su familia y, a través de su compañía de empréstitos, ha ayudado a mejorar la calidad de vida de las personas de su comunidad. Todo esto ha pasado desapercibido para él. En la hora de la verdad, son todas esas personas a quienes ha influenciado positivamente las que lo rescatan. Me he cargado a un personaje muy importante: el ángel Clarence. Pero es para que la vean (o la vuelvan a ver). Esta es su mítica escena final:
Si no es la pimera vez que lees este blog, ya sabrás que otro de los temas que me encantan (casi tanto como los churros con chocolate del centro de Madrid) es la gestión de audiencias. Tu propuesta de valor es lo que hace que te sigan tus audiencias (esto lo expliqué aquí). Si has sido como George Bailey, y ya tienes tiempo aportando valor a través de tu proyecto cultural, aportando a la vida de quienes son los espectadores, por ejemplo, de tu obra de teatro o de tus formaciones en línea, es más probable que, cuando estés en «aprietos» y necesites aportaciones, sean estas audiencias quienes vengan al rescate. Esperemos que al estilo de «Qué bello es vivir», arrojándote los dólares sobre la mesa. Nada, no te creas.
«Por eso es tan difícil, en muchos casos, hacer que un proyecto de micromecenazgo resuene con personas que apenas te conocen.»
Por esto es tan difícil, en muchos casos, hacer que una propuesta de micromecenazgo resuene con personas que apenas te conocen. Y es por ello que en estas campañas es muy importante una buena comunicación. Con esta puedes generar esa cercanía con los potenciales micromecenas en tiempo récord. Pero, como les decía, de estos aspectos hablaremos más adelante.
¡Feliz Navidad, George!
Ya, que aún estamos en junio y seguro tu nombre no es George. Pero, es momento de hacer la relación final entre la película y el micromecenazgo, y hallar la clave del éxito de esta última. Ojo, no digo que vayas a pedirle dinero a tus amigos (¡ni hablar!), sino que hay que tener muy en cuenta a quién nos dirigimos (tus audiencias) y, sobre todo, quiénes somos nosotros para pedir ese apoyo.
Entonces, la propuesta de valor que expongas debe ser tal que sea «una oferta que no podrán rechazar» (ya veo qué película usaré en el siguiente post), una propuesta tal que sientan que no pueden perderse la oportunidad de ser parte de ella (aunque no hubiese recompensa alguna). Esto es muy importante. Sin embargo, me arriesgo a decir que más importante aún es que la propuesta de valor se sustente en la persona (o marca) que hay detrás (algo relacionado comenté aquí). Que se sustente en ti.
Si con tu experiencia, trayectoria, relaciones profesionales y, sobre todo, buen hacer, has demostrado que lo que ofreces es valioso, créeme, no habrán micromecenas que se te resistan. No sé si fue hoy que leí que no hay mayor satisfacción laboral que cuando un cliente se convierte en tu amigo. Y es que es verdad, y tal como mencionan en la película: «ningun hombre es un fracaso mientras tenga amigos». Y tu campaña de micromecenazgo tampoco será un fracaso si tienes audiencias.