De las pistas al salón de la casa, ¿aprender a bailar en línea?

La crisis de la pandemia trajo consigo un fenómeno que, en cuestión de días, explotó: la formación en línea. ¿Qué retos nos plantea la aprender y enseñar a bailar de manera virtual?
Cristhian Rojas

Cristhian Rojas

Máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid (España) y comunicador por la Universidad de Piura (Perú). Creo que el arte y la cultura son un motor para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida y mejorar como personas. Es por ello que comparto contenido para mejorar tu trabajo en el sector cultural.

Empiezo con una confesión: estas semanas, frente al móvil, con la persiana a medio bajar, he seguido varias de las tantas clases de baile en línea que se han difundido por Facebook. Se los digo desde ya: no es lo mismo que las clases presenciales. Y lo he hablado con un profesor, quien me ha dicho que también encuentra muchas dificultades para llevar a cabo su clase. «Siento que le estoy enseñando al móvil», me confesó. Aquí van dos enfoques de una nueva realidad en la formación de baile que ya se vuelve típica en estos tiempos de pandemia.

La escoba, tu nueva pareja

Si no compartes piso con alguien con tu misma afición, eso de aprender a bailar en pareja será complejo (aunque divertido para tus vecinos fisgones). Aprender a bailar en línea ha perdido eso que los románticos llamamos «conexión», esa suerte de speed dating de pasar de una pareja a otra e ir aplicando lo que el profesor te va dictando, todo esto que luego se pone a prueba en los bailes sociales. Pues nada, que la escoba aún no le ha pillado el ritmo.

Aún cuando se tratase de formación en danzas que no requieren pareja (que son pocas, por ejemplo, algunas folclóricas), la cuestión del aprendizaje a través de una pantalla no parece mejorar. No está la presencia del profesor que te corrige al instante ni este ambiente pensado para aprender a bailar (espejos, piso especial, equipo de sonido). Eres tú en casa, frente a una laptop o un móvil desde donde se desprende una voz que, dependiendo de la plataforma utilizada, te instruye tras leer tus comentarios o a partir de lo que mejor pueda captar por tu cámara web.

Asimismo, un elemento que me parece fundamental y que puede estar en riesgo es el sentido de comunidad que se genera en las clases presenciales. Se trata, al fin, de un grupo de personas que busca aprender a expresarse con el cuerpo. En este entorno se generan dinámicas de apoyo y confianza que ayudan a alcanzar el objetivo mencionado. ¿Puede prevalecer esto en un entorno digital?

«¿Cómo váis? ¿Me seguís?»

Mencionaba al un profesor que me decía que, al dar clases en línea, sentía que en realidad le enseñaba a un móvil. Vaya que debe ser difícil… Además, me contó algo que da para un blog entero: cómo adaptar la metodología de enseñanza a los canales digitales. Cada profesor ha desarrollado un método para transmitir su conocimiento, que, en la mayoría de casos, requiere de la presencia física del alumno para poder guiarlo. Aquí hay mucha tela que cortar.

Las clases de baile en línea fueron una de las primeras acciones digitales que, durante los primeros días del confinamiento, empezaron a verse en redes sociales. De hecho, al respecto, conté por qué consideraba que compartir contenido gratuito (como este) era un error. Con bastante acogida en las primeras semanas, parecen ser ahora una opción menos viable al no reportar ingresos inmediatos.

Es precisamente el cambio en el modelo de negocio lo que está causando, al parecer, el más grande quebradero de cabeza para las academias de baile. ¿Se debe cobrar lo mismo por dar clases virtuales? ¿A cuántos alumnos se les puede dictar a la vez? ¿Es posible, si quiera, trasladar los beneficios básicos de aprender a bailar al entorno digital? Si se lograse consolidar una plataforma para la enseñanza en línea, ¿cuánto cuesta afrontar el desarrollo de la misma? ¿Cómo competir en un entorno en el que tu público objetivo puede optar por clases con campeones mundiales, por ejemplo?

La otra cara: lo positivo

Queda preguntarse si, ante tal escenario, pueden encontrarse aspectos positivos. Ya saben, eso de ver el vaso medio lleno… Pero no, no los hay. Se acabó. Venga, que estoy bromeando. Este post justo va por ese camino. Seguiré los dos enfoques que antes habíamos tomado como referencia, es decir, el del alumno y el del profesor, para poner sobre la mesa algunas ideas. Vale decir que ahora mismo estoy en el balcón con un café, reflexionando esto, así que no esperen la solución para la paz mundial en las siguientes líneas.

Siendo directos, pues, el alumno tendrá a acceso a clases virtuales que son más baratos (aunque esto es relativo a la propuesta de valor que se haga), y ahorrará en cuanto a gastos de desplazamiento a la academia. Vamos, que como usuario, no le irá mal. Más allá del dinero, también se encontrará con un abanico de posibilidades para aprender: clases pregrabadas, clases en directo, en grupos pequeños, o especializadas para atender un área que crea que debe mejorar. Como ven, la pelota «está en la cancha» de los formadores.

La crisis de la pandemia trajo consigo, para las academias y para los profesores de baile, el problema de tener que adaptar su enseñanza al medio digital. ¿Qué retos nos plantea la formación en baile de manera virtual?

Sobre los profesores hay mucho más que decir. Mencionaré solo dos ideas. La primera es que si enseñabas anteriormente en alguna escuela, por ejemplo, y ahora, con tus clases en línea, te das cuenta que tus alumnos vuelven a ti, estás ante un escenario favorable. Puede ser el inicio de un modelo de formación en línea sostenible en el tiempo, si y solo si aprendes a gestionar esa audiencia. La segunda es que lo digital te permitirá llegar a nichos tan especializados que, bien trabajados, podrían darte beneficios no percibidos hasta ahora: ¿enseñar danzas folclóricas típicas de Centroamérica para alemanes? ¿Dar formación en ritmos árabes a personas mayores en Estados Unidos?

Nos vamos reflexionando…

Quizá lo último te sueñe extraño, pero ya te digo que mercado (¡bendita y maldita palabra!) hay para todos. Por cuestiones de espacio me detengo aquí, pero de esto ahondaré en el webinar gratuito que daré sobre estrategias digitales para profesores de baile. ¿No lo había mencionado?

A propósito, ¿conocen la historia de Julius Yego, el atleta keniano subcampeón olímpico en Río de Janeiro 2016, que aprendió a lanzar la jabalina en Youtube? Vale, que me he puesto atrevido, ¿cómo voy a comparar el enseñar a arrojar objetos con el formar a personas en el arte de la danza? Esto lo hablamos en otro post…


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